lunes, 29 de junio de 2015

Fase-C - Día 14



Hoy será día de “turisteo” a primera hora se ha marchado Ximo a Nápoles para dejar sus cosas en el hotel que tenía reservado y alquilar un coche con el que recorreremos estas tierras “flégreas”.
Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. No hubo manera de encontrar un coche de alquiler, o mejor dicho sí, pero a 220 € por un día uno de siete plazas, lo que nos pareció una barbaridad. Comemos y nos vamos a Nápoles, la visita a esta parte del golfo deberá esperar otra ocasión. El puerto idóneo será el de PUZZUOLI, en éste no hay casi de nada. Está visto que las únicas ruinas que veremos serán las del templo de Venus, que están justo delante de nuestro barco.


Después de comer Barry, Cristina, Alfonso y Clarisa se van a Nápoles para dar una vuelta y encontrarse con Ximo, Mariá y yo nos quedamos en el barco, para descansar.
Después de la siesta, me he recuperado, así que decido ir a visitar el Museo Arqueológico, que en la ocasión anterior no me fue posible. El autobús tarda una hora, pero va pegado a la costa.

Es espectacular, ya que se exhiben varias de las piezas encontradas en Pompeya y Herculano, algunas de ellas únicas en su género. Hay esculturas, mosaicos y pinturas, además de un sinfín de otros objetos encontrados cuando se excavaron esas burbujas del tiempo que fueron las dos ciudades enterradas por el Vesubio. Lo mejor es que tampoco había mucha gente. Este es un pequeño resumen de lo visto:

 




 


 


 

 


 


 


 


 


 
 


 


 


 




Voy andando hasta la estación de autobuses recorriendo esta caótica ciudad, pero con tanta vida.
En la estación me encuentro a Barry, luego se suben al autobús el resto de los tripulantes menos Ximo que se quedó en el hotel. Al llegar al barco ya se ha incorporado José Luis Baranda, mañana lo harán el resto de la fase D.
Cenamos unos mejillones, de los que se producen en la zona que prepara Mariá.












MARIÀ

Una vez adecentado el Raw Prawn para la próxima tripu, me bajo del barco y me doy una vuelta por el pequeño pueblo de baia que tenemos a nuestro alrededor.
Los boliches que miran al mar, casi todos restaurantes carísimos, al otro lado por donde pasa la carretera, que parece el paseo de gracia de Barcelona todo es baratísimo, una birra uno cincuenta euros, lo nunca visto.
En un rato paseando solo ya he hecho varios amigos y recogido información valiosísima, como por ejemplo donde venden esos fantásticos mejillones, que vimos al llegar en las mejilloneras, muy diferentes a las bateas de España.
Esto promete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario