¡Ha llegado el día!
Amanece radiante, después de desayunar emprendemos el
viaje, son las nueve. Se nos hace cómodo ¡hay tantas cosas que recordar! Una
parada para tomar un café, otra para un sándwich. Llama Manolo para preguntar
por dónde andamos y concretar el encuentro. Llegamos a la terminal de ferrys a
las cuatro, sacamos nuestros billetes, él llega un poco más tarde y podemos
aprovechar su condición de residente, para conseguir que el coche tenga trato
de “residente” pagando menos de la mitad. Embarcamos y ¡¡¡rumbo a África!!!.
Hay algo de viento de poniente, incluso hay algún
velero solitario.
En Ceuta compramos en el LIDL algo mas de vino, cervezas
y embutidos de cerdo el maletero va a reventar.
La frontera se presenta fácil, al pasar la aduana
española, el guardia civil me pide la ficha técnica del coche, como iba estar
cuatro meses parado, pensaba pasar la ITV a la vuelta, ¡¡¡¡Me pone una multa de 200 €!!!! Primer inconveniente y
consecuente cabreo, más del ahorro en el billete del barco perdido.
En la frontera marroquí, bastante bien, aunque un
joven aduanero, se empeña en contar las botellas de vino que llevamos y no le
sale la cuenta, desbarata todo el maletero, que luego hay que jugar al tetrix
para colocarlo.
Las llaves del barco no están –a pesar de haber
escrito varias veces anunciando mi llegada- menos mal que la oficina está
abierta y sé donde las guardan. El barco está perfecto, solo se ha roto una
amarra, que naturalmente nadie se ha encargado de cambiar, si se hubieran roto
las cuatro, tampoco, supongo.
Descargamos todo y nos vamos a cenar a M’Diq,
compramos pescado en el mercado y unas almejas, que nos preparan en “nuestro”
restaurante, naturalmente llevamos nuestro vino, ellos ponen ensalada, pan y
tés. Compramos un saco de hielo que servirá para enfriar las cervezas de mañana
y preparar el primer gintonic a bordo. El primer día está cumplido
Miche - IMPRESIONES DE PRINCIPIANTE
Bien, empieza aquí el relato de una miniaventura
personal, cuyas circunstancias, origen e implicaciones irán apareciendo poco a
poco. Baste decir, de momento, que mi mujer y yo somos gallegos, de puerto de mar (Vigo y La Coruña,
respectivamente) y que un buen día de mayo de 2015 nos encontramos atravesando
Despeñaperros, rumbo a Algeciras para cruzar el estrecho y encontrarnos el
barco en Smir, Marruecos.
El viaje, con carretera, Ferry y cruce de frontera, sería
todo un desafío de no ser por una afortunada circunstancia: lo hacemos con el
propietario y patrón del barco y, además, en Algeciras nos espera Manuel, otro
miembro de la hermandad del Raw Prawn, nativo de la zona. Y aquí va un primer
dato: resulta que Marcelino (“Marce” en adelante) y yo somos amigos de la
infancia y nos reencontramos el año pasado, con motivo de las bodas de oro de
nuestra promoción del Bachillerato, a través de un correo electrónico que decía
que un compañero no podía asistir porque estaba navegando por las Islas
Griegas. Y ése era Marce. Le puse un e-mail para saludarle, me contestó, una
cosa llama a la otra, y aquí estamos.
Cruzar el Estrecho de Gibraltar fuera de la temporada
alta es fácil. y hacerlo para iniciar un periplo marítimo tiene su encanto;
será una travesía de dos continentes, iniciada cruzando el Mar de Alborán, lo
que no está mal para empezar. Pero se llega cansado, con muchas cosas que
embarcar y a las que buscar un sitio, con lo que las emociones se amortiguan. Y
así acaba el día primero.
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