Hoy son las elecciones ¡qué lejos nos queda todo eso! Se terminó la jornada
de “reflexión” Unos habrán soñado con los resultados, de ellos dependerá su
vida y sobre todo su hacienda. Yo, sin embargo, esta noche he soñado con el
libro de poemas de Pablo Neruda LOS VERSOS DEL CAPITÁN ¡qué cosas nos pasan!
Juanjo es presidente por sorteo de una mesa electoral, por tanto hasta
mañana no nos veremos. Tiene su casa en obras y no nos podrá acoger en ella
como sería su deseo. Tranquilo, volveremos una y otra vez para gozar de tu
hospitalidad.
A las diez de la mañana de la fecha prevista, llegamos a Valencia primera
etapa de este viaje. Hemos tenido de todo, así mis nuevos tripulantes sabrán
que para navegar –lo mismo que para otras muchas cosas- es necesaria la
paciencia y adaptarse a las circunstancias que no podemos cambiar. La
tripulación como conjunto, ya está trabada. Surgen dichos propios,
complicidades, claves de comunicación. Pasa casi siempre que hay armonía en un
grupo humano con fuertes lazos de convivencia.
Marina Real canal 67.
Cuesta algo encontrarla, pero está estupenda. Repostamos gasoil 150 litros
y compramos dos botellas grandes de butano. Como digo que tengo la caja
estropeada, me remolcan al amarre. Allí desmontamos la bitácora, por cierto con
bastante trabajo para sacar los tornillos y tratamos de tensar el mando que
regula la marcha avante y atrás. Pensamos que tal vez tensándolo pueda engranar
mejor. Finalmente lo desmonto de la caja y pruebo a mano, la conclusión es
desoladora: EL PROBLEMA ESTÁ EN LA CAJA.
Llamo a un mecánico que promete pasarse mañana por la mañana, pero su
opinión es pesimista, probablemente lo mejor será cambiar la caja por otra
hidráulica, ello conlleva que tenga las mismas cotas que la vieja y encaje en
su lugar manteniendo el mismo ángulo con el eje. Total UN GRAN PROBLEMA, tanto
de tiempo, de disponibilidades como de dinero, esto último es lo menos
importante, los otros dos aspectos no están en nuestras manos.
Cenamos todos juntos
Continúa el
viaje y vamos doblando los cabos que nos presenta la costa mediterránea. Se han
convertido en los hitos principales de la travesía. En realidad así ha sido en
todos los tiempos; por algo la navegación de bajura se llama de “cabotaje”.
Hemos pasado el de Gata, el de Palos y el de la Nao como referencias
principales, cada uno de ellos con su personalidad. En el de Gata tuvimos que
hacer dos intentos, y en los otros dos nos adentramos mucho mar adentro,
buscando el rumbo adecuado para superarlos. Los vientos no nos eran favorables.
La personalidad de los cabos tiene varios
componentes. En ellos el viento y las corrientes cambian de dirección y siempre parece que hay algo nuevo al otro
lado. El de Palos, por ejemplo, muestra de un lado a Cartagena, la antigua Cartago Nova, hoy
militar e industrial, y, de otro, el muy turístico Mar Menor con su Manga
frente al Mar Mayor. Dos paisajes y dos historias, con otros paisajes e
historias detrás. Cartago, tiene su
historia trabada con Roma, que acabó con ella. Denia es, como Cartago también
colonia fenicia. Todo ello añade al color del paisaje un tinte especial.
Los cabos,
como las cordilleras o los grandes ríos, dejan huella. Tras ellos, la travesía
será otra para el viajero. El atardecer en el Cabo de la Nao, desde el barco,
fue espectacular. La entrada en la sombra del cabo al anochecer trajo consigo
un frio glacial, repentino,
probablemente al coincidir con vientos del norte. El nuevo rumbo hacia Valencia
nos facilitó una singladura tranquila por la noche. Descansamos mejor.
En la vida
también vamos doblando cabos. Los grandes cambios en nuestra peripecia personal
muchas veces se presentan como la llegada a la cumbre de una colina o un cerro,
y el comienzo del descenso hacia un nuevo valle en tierras ignotas. Si bien lo
vemos, se parecen más a doblar un cabo. Al hacerlo, también se descubren nuevas
tierras, pero no las vemos desde arriba, ni tenemos una vista general de lo que
nos espera, sino que permanecemos en el mismo nivel.
Lo que cambian al nivel del mar son las circunstancias,
la temperatura, el viento, las olas y las corrientes. Ante ellas, aparejamos la
embarcación de distinta manera. Pero la decisión fundamental de donde hacer
tierra la tomaremos en las mismas condiciones que antes de doblar el cabo.
Tendremos que decidir, invariablemente,
con lo que vemos desde el nivel en que estamos. Desde luego, la costa
nos puede ofrecer acogedoras bahías invitándonos a desembarcar, pero será todo
lo que tengamos. En la vida, como en el mar,
actuamos con visibilidad limitada.
El trayecto
final hasta Valencia ha sido plácido. Mar plana, vientos flojos, tranquilidad.
Lo que me permite estas divagaciones, tan propias de los viajes marítimos.
Allá, en tierra, a unas millas de distancia, hay elecciones políticas. En otras
circunstancias, estaría siguiéndolas con interés. En este paréntesis marítimo,
verse a uno mismo doblando los cabos de la vida tiene mayor encanto.
Ma temo que
esta placidez acabará pronto; parece que alguna avería nos acecha. Voy a ver si
me entero.
¡Hasta la próxima!
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