A las cinco de la madrugada levamos anclas y partimos hacia
la entrada de Kotor. Avanzamos despacio, saboreando cada rincón de la bella
costa. La isla de MAMULA cierra la entrada cruzando fuegos con las dos
fortalezas de cada extremo. En su día fue una terrible prisión ¡qué paradojas!
Varios túneles para submarinos abren sus bocas a los
turistas que los visitan con sus barquitas. Lo mismo que viejos barcos de
guerra se pudren bajo el sol.
Vamos avanzando, penetrando por los estrechos que unen
¿separan? Los distintos valles inundados. Entre los pueblos destaca Perast, con
su campanario veneciano.
Las dos islitas con monasterio están tan llenas de turistas,
que decidimos dejarlas para otra ocasión. Seguimos hacia Kotor, fondeamos
frente al puerto, bajamos el dingui y nos vamos al mercado y tratar
infructuosamente de “legalizarnos” ¡cierran a las dos! Afortunadamente mi
hermana Mapi, ve a Emilia y se incorpora con su amigo Carlos al grupo.
Numerosas cervezas van cayendo para mitigar el calor ¡menos mal que son
baratas, en Italia nos habría costado una fortuna. Una visita al mercado, donde
hay setas secas e incluso BOLETUS EDULIS ¡¡¡FRESCOS!!! Y queso curado en trigo,
tomillo y setas secas. El león de San Marcos, muestra a las claras el domino de
Venecia en el Adriático.
Vienen a comer al
barco, luego damos un paseo por la ciudad y cenamos juntos. Ellos se van a su
apartamento y nosotros al barco, una última copa y a dormir.
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