La isla de Sromboli empieza a perfilarse
entre la bruma con su típica forma de cono perfecto con su escudero, el
Stromboliccio al lado.
Preparamos para cenar una barbacoa, luego
Juanjo, Fernando y yo nos iremos a dar un paseo por nuestra cuenta para subir
hasta el límite permitido sin guía.
JUANJO
La noche ha transcurrido muy tranquila,
transcurre entre sueño y sueño, debemos descansar si pensamos subir esta noche
al volcán. Nos paramos a medio día antes de comer y nos damos un baño
refrescante para soportar bien la hora del ángelus y comer fresquitos.
Antes de
llegar a Stromboli montamos el toldo lo que hace más confortable nuestras
siestas… como de costumbre llegamos
puntuales a la Isla, son las tres y pico de la tarde, montamos el dingui y nos
vamos al pueblo de inspección y ver como organizamos la tarde-noche.
Tengo muchas ganas de subir a la cima, el año
asado mi tripulación pudo subir al mirador y yo me quedé en el barco cuidando
de mi hija Irene, no pude subir por mi maltrecha rodilla y ahora creo que estoy
preparado para hacerlo, no a la cima que es lo que mi corazón quiere, pero si
al mirador que no es poco. Confío en que algún día podré subir a la cima, es un
sueño por el que seguiré luchando mientras exista un ápice de verlo conseguido.
Al final hemos enrolado en la aventura
también a Esther, subimos los cuatro a buen paso, contando historias, si
podemos subir mientras hablamos quiere decir que estamos bastante en forma,
jaja. Somos los únicos que ascendemos, toda la gente baja deslumbrándonos con
sus flamantes leds, mientras subimos podemos oír como las piedras del volcán
bajan a toda velocidad por el rodadero, es casi la única prueba que constatará
que ascendemos por un volcán pues parece que hoy el volcán no tiene ganas de
manifestarse en exceso. Recuerdo el año pasado que las explosiones se sucedían
constantemente y de manera espectacular, ni digamos los ronquidos que se oían
cuando se producían dichas explosiones. Sin embargo en esta ocasión una vez
alcanzada la posición del mirador, jugamos con nuestros leds para trucar unas
fotos e intentar dar envidia al resto de la tripulación que se ha quedado en el
barco, aunque en una ocasión conseguimos captar un pequeño vahído del volcán.
(Izquierda foto real)
Pronto empezamos con la bajada que en mi caso
siempre es lo más duro, en esta ocasión nos cruzamos con muchos cochecitos que
se encargan de bajar a la gente que sale del restaurante que está en el camino
de subida al volcán.
Todos vamos pensando en lo mismo, es decir, en los
gintonics que nos vamos a tomar en el magnífico restaurante de la plaza de la
Iglesia. Dicho y hecho, nada más llegar a la plaza nos dirigimos al restaurante
y nos sentamos en una mesita mirando al mar, nos trincamos los gintonics en un
santiamén mientras disfrutamos de las vistas y del frescor de la noche, estamos
muy sedientos, así pues, decidimos seguir con la gintonería en el barco por lo
que le pedimos a la amable camarera una bolsa de hielo que nos da con mucho
gusto.
Una vez en el barco miro el reloj, son casi
las dos de la madrugada, un último gintonic nos sirve para dormir hasta las
cuatro que es cuando nos tenemos que levantar para levar anclas (nunca mejor
dicho pues tenemos las dos a fondo) y salir pitando para ver las explosiones y
cara del volcán por donde caen los restos de escupitajos del volcán.
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